miércoles, diciembre 10, 2008

Brevedad

Salgo a pasear los días de lluvia
con mis barcos rotos,
persigo los árboles con nieve
y tu acera húmeda de tanto recordar.

Calle abajo, rumbo al mar,
busco de tus dedos el abrazo
o el calcinado convite 
a una primavera de besos.

jueves, noviembre 20, 2008

Mañana de carnaval

Sin más qué decirte
le quito los acentos
al medio día.

Acaso me amas
y no lo sabes.

Acaso me amas
pero no quieres.

Hago preguntas
y responde la casa
con su respiración
incómoda, vacía,
página en blanco
donde tu rubio
territorio busco.

Alzo mis pájaros
para no echarte de menos.

Somos la lluvia
en las calles de Bonn,
sus tristes árboles,
el latido del tranvía.

Desdoblado hacia ti
como un felino
que busca tus caricias,
ronroneo solitario
tu mirada aguamarina
para no amarte menos.

lunes, noviembre 03, 2008

Ich brauche dich

Para F. B., por forjar el "nosotros"

Quiero ir al incorruptible
gobierno de tus besos,
al deseado territorio
dominado por tus muslos,
a tus calles como pliegues,
apretados rincones
de diluidas vocales.

Quiero mi lengua
como cálida espada
cayendo dentro de ti,
a tus fuentes
descender tibio.

Vuelvo por tu existencia
a recuperar la mortalidad:

basta sin máscaras
observar a-hora,
y ya los ojos
sin hojas secas
poder decir:

uns/nosotros

viernes, octubre 31, 2008

Paroles

Dentro de la soledad
hay transeúntes
con vidrios en la solapa,
inamovibles naufragios
asidos a los párpados,
habitantes sin labios
aguardando a media calle.

Hacemos del tiempo
un invitado indefinido,
lamida bestia
de barro y saliva hecha.

No hablemos de palabras
rotas en las manos
o aleteadas por la boca
al aire,
hablo de aquello
que fue como el ahora,
lo atemporal
de la desidia.

Me pregunto
si en el recuerdo
somos innacesibles
como un rostro desierto,
insobornables y malditos.

Esperar
es perseguir.

domingo, septiembre 28, 2008

Filosofía



Despegue

Cuando el mar
nos tenga cerca,
habremos de domesticarnos.

Habrás de morder mi silencio,
regar de cuando en cuando
mi hombro planta con tu llanto,
cuidar mis contraídas raíces
si buscan tu luz en mi tristeza.

Te enseñaré a comer de mis manos,
dejaré que duerma tu cansancio,
tu soledad y tu ira en mi regazo.

Amar es domesticarnos.

domingo, septiembre 07, 2008

Vacío

El tiempo que con sus hojas
todo lo macera,
viene con sus recuerdos
y claros latidos.

Vuelve a mí tu dolor
como blanca piedra
ennegrecida por las calles,
retorna a la panadería
de la esquina
arañando solitario
su lluvia en las vidrieras.

Este vacío,
gusano de vidrio
que recorre el cada día,
desde tus amorosos dedos
hasta tu mordida espalda.

Este vacío
es un siglo sin rostros,
una palabra dicha al espejo.

domingo, agosto 31, 2008

Fragmento de novela incompleta

Saudade
En la oscuridad aprendí a estar contigo, a compartir el filo del silencio, su aullido permanente. Te alargas lentamente en las noches, no puedo dormir, me niego. Cuando cierro los ojos y algo súbitamente me despierta, me da miedo volver a la cama o al sofá. Te siento cerca, abierta, incandescente. Huelo tu cabellera, siento tus pequeñas manos como minerales inventados, tu cuerpo en fuga con el mío. Miro tus labios, tus labios apretados seduciéndome, envenenándome, y tus pies son como peces en busca de mis pies fríos. Me quedo despierto porque no me atrevo a cerrar los ojos esta noche, no puedo decirte no. Doy registros y trazos sobre nosotros. Suena en toda la casa ese aullido mortal del silencio, como un alfiler clavándose interminablemente, despegándose de su sitio, viniendo hacia mí malévolo, ladrón.

No sé cómo alcanzar el sueño. Aprieto los párpados para no hallarte, pero terminan encontrándose fieles nuestras orillas como tensas fieras percibidas . Te escribí lo poco que puedo, porque pintarte se me ha negado esta noche:

Del último naufragio,
Eco eres.

Desde el puerto en desventura
Te miro marchar uncida del mundo.
Quién se atreviera a nadarte
Como una araña sumergiéndose
En su propia tela
Entretejiéndote
Ahorrándose,
Parapetándose a tu espacio.

Llamada ultramar
Arena día.

Desde tu silencio,
orillas de la lluvia.

He visto inocencia en tus ojos, el tumulto de flores abriéndose en ellos, la profunda boca de la noche se ha reflejado en tus ojos como una estampa descubierta por mi olfato. Te escucho hablar y cada palabra me llega en planos. Te huelo con ese sabor que tienes en el cabello cuando amaneces presumida. Me asomo a ti encontrándote. Muerdo tus labios con sed de muerto por despertar, tú me recibes abierta. Hoy pasaste tus dedos húmedos de rocío por tu mi boca. Te dije que habitáramos cada uno en el otro y contestaste que tenía residencia permanente en ti. Te fui sabiendo, escuché al aire nombrándote mía. Me llevaste ahí, entre las sombras, a la zona más oscura y nuestra. Tapaste mis ojos y rodaste, te tendiste cuan larga eres en mi vientre. Ya no eras frágil ni silencio.

Atracamos desde la mañana hasta que la tarde nos sorprendió olvidándola juntos.

Desperté abrazándote mientras tú fluías incansable. Al abrir los ojos notaste que espiaba tu sueño, sonreíste. Salimos a caminar de noche sin tomarnos de la mano, descubrimos el secreto del vuelo. Te dije después de la lluvia, al pie de las jardineras -mirando un charco -que las hojas caen de los árboles cuando tienen alas, no cuando el viento decide llevárselas. Se sienten palomas, confunden su propia naturaleza y adoptan tener alma de ave. Entran en crisis consigo mismas, por eso acaban en el suelo esperando a que alguien las recoja, alguien que las lleve de separador entre libros. No saben si son hoja, plumas sin pájaro, pájaros sin vuelo. Me miraste de lado, sin comprenderme. Te acercaste a mí, susurré que las hojas conservan sus alas para poder volar de nuevo y caer para que tú las vuelvas a tomar de la lluvia, porque ellas gustan de caricias en sus alas invisibles, sus diminutas plumas que nadie ve. Me gustan las hojas porque otras tantas se creen estrellas y vuelan alto, muy alto. Por eso hay tantas estrellas, porque ciertas hojas se estamparon ahí arriba en la mano gigantesca de alguien, lumínicas llagas. Otras hojas sólo son sombra y juegan en tu pantalón húmedo. Se creen mimos jugando a ser plantas y hojas, a ser verdes y con flores, pero no lo son, son lo que llevas entre tus manos, y sólo entonces se vuelven hojas, cuando las piensas y las desvistes en tu piel, mientras admiro cómo reverdece la naturaleza en tus ojos menudos, caprichosos.

Siento que tu alma se destripa por la mirada y la mía se recrudece sin querer cuando la regreso en un juego de lentos movimientos oculares y lunares. Hay complicidad absoluta entre nosotros que nos conocemos, aunque después de todo seamos extraños, los otros, nadie y nada. Naufragamos diariamente, pero por hoy nos sobrevivimos a la tempestad.

¡Mch!, ¡mch! Sonaste delante de mí, porque el deseo de un beso, de una caricia, un abrazo, se canalizaron en tu voz sumergida en cerveza y melodía. Recargado cerca de tu sexo, entre la ingle -punto de avance -y tu pubis -punto de revelación -, te presencié luciérnaga como el día que llegaste a mi patria esa noche de marzo o te conociera encendida en los pasillos y recodos de cada ciudad.

Esta vez son una almohada tus muslos, nos quedamos a media luz en tu casa, unos cuantos cojines y las sombras que se alegran con nuestros movimientos. Te percibo, tu piel se añade a mi silencio consumido. No sé cómo hacen tus dedos para enredarse tanto con las cuerdas del aire, después de todo acepté la idea de enseñarte a tocar guitarra. Intentaste tocar por horas y terminaste musicalizándome en tus dedos, precisos aún de insubordinado deseo.
Súbitamente has dejado de cantar, estamos. Tu voz gaviota. Mi soledad, asilo sin amarras.

De labios poco a poco hasta ti rodé fugitivo, sediento: en tu mundo encontré paraíso. Por tus rodillas comencé y de tus costas me ato a ellas. Te descifro una y otra vez entre tus muslos. Amiga, cómplice, insensatez. Es de madrugada, hace mucho frío. Apenas la cobija nos permite acomodarnos un poco en tanto nos separamos. Te vuelvo a abrazar, y quienes se tocan ahora son los distintos silencios entre la sala y las recámaras, los cuchillos de afilado tacto y el cajón que los abraza. Te volteas hacia mí, acaricias mi vientre. En tus manos habitan todas las lenguas del mundo. Amaino cuando me abrazas ceñida a mi cintura. Me miras con la poca luz que ha dejado la noche, me pides que te descubra cada sed, y sin embargo no nos movemos, somos estatuas que esperan florecer su carne y volverse amantes, como las hojas que juegan a ser hojas pero son pájaros. Tus ojos saben que les he dado poder y nombre con suma paciencia, los escucho llamarme al principio con coraje, más tarde con desenfreno. Terminan contrariándome limando su inocencia:


En ti me represento ávido, silente.

-Ardo desde tu fondo impasible
Amaneciendo a la deriva.
Sin un por qué
Te quiero,
Con un porque
Te odio.


Pasamos juntos el día entero, volvimos a forjarnos a voluntad. Sentí la lengua del aire pronunciarte, atestiguar tu aroma. Las jardineras te notaron impresa en el día. La verdad es que nunca antes habías estado tan presente como hoy. Jugabas con tu cabello mientras escuchábamos por los ojos todas las palabras del mundo. Estableciste transparentes raíces en mí, sin perder tiempo te sentí crecer como un golpe de mar. Arqueaste tu aroma ante mi impresión, lo desperdigaste durante toda la mañana. No quise aceptar que ya me sentía prisionero, mudo de besos te viví en mi tacto.

Aspiré tu tibio aliento. Apenas estuvimos juntos no pudimos separarnos, como cuando el aire encuentra la fragancia correcta, su peso y su medida. Soy desde que te supe, desde que me eres.
Esa mañana olías erótica. Sentí siseando lo inasible, era tu piel sin puerto, cada pliegue sin boca. Tus rodillas, tus brazos, todo en ti era cansancio, el cansancio que modera al deseo. Frágil, insaciable, poblé tus labios. Poco a poco llegamos a estar solos, tan nosotros, que el mundo era sólo una palabra con menos ruido cada vez que la pronunciábamos juntos. Quedé en silencio, amurallaste tu propio deseo. Pensé en morderte despacio, pero un dedo mío quedó en tu boca desplumando mis fantasías. Los días nunca se acostumbraron a las ganas de tenerte.
Momentos antes de la despedida rutinaria, me llevaste al pie de las jardineras, dijiste que me sentara a tu lado. Comenzaste a platicarme de tu vida, y pronto reconocí a tu aliento pidiéndome en secreto. Guardé honores a su impecable transparencia antes de atreverme a decir adiós o besarte, pero no pude continuar mi decisión, volviste a sorprenderme al decir: te quiero… Y no me conflictúa decírtelo.

La inercia inmediata fue desesperar en tus labios:

Sólo sé de ti,
Sólo sed de ti.

jueves, agosto 21, 2008

Mono-loquios

Algo que ya no fue
ni fuego ni aire,
últimas las palabras
ante la ruina
y todo abandonado,
lamida llaga
sin dientes ni coraza.

Consumida tristeza,
extinta espuma
que canina fue amada.

Distancia que acabó
de mi mirada
insondables hogueras.

Y nos gritamos:

¡Ya no más guerras!
¡Ya no más bruma!
¡Ya no más nada!

Buscábate llagado,
hundido en tu carne,
cristalina costra
como un círculo
ciego sin nombre.

Dolido de tu silencio,
oscuro traje
que roto canta
una amarga alegría.

El amor era
palabra inexpugnable,
ebrio rocío
sin tapias ni escaleras;
pero los besos
que no entienden las manos,
urgida noche
donde alcanzaba
tu rubia luz,
recibía tu estatua,
vacío desapego;
pero no has visto
qué calcinado voy.

Ruego que alguna noche
tengas piedad de ti,
sálvanos.

viernes, agosto 08, 2008

De cuando en cuando...

Milagrosa eres
pues ardió tu carne
mía

Algunas veces
cuando te amo:

esta luminosa cicatriz
púrpura reflejo
roto bosque
sin ventanas

Nos mira
sin pelaje
destruida alba
insobornable orilla

jueves, julio 31, 2008

Fragmento de un poema que ya no me pertenece



Estaba listo en mi impaciencia
para imantar tus labios
a mi vacío,
en vilo se quedaba el deseo,
desbocado rastro de caricias...

martes, julio 08, 2008

Contemplaciones

I

Cambiar de ciudad,
de idioma, de nombre,
de rostro.

Cambiar al mundo
sin cambiarte a ti.

Sin cambiarte
por nadie.

II

Veo cerrar los párpados
con un movimiento de labios
antes de llorar,
y si no supe decir adiós
no fue tu culpa.

Tengo que hablarte de México,
de esta amarga ciudad
que, en sus aristas hundida,
tiene acumuladas raíces:

está muriendo.

Voy a recorrerla,
prometo entenderla para nosotros,
para darte una distinta pero igual,
para tu vuelta, para tu salto de mundo
cuando el lugar que ocupe en Barcelona
lo ocupes tú con cien mil pares de zapatos,
las maletas que necesites,
los gatos que quieras.

III

Allá, hacia la florería,
bajo la lluvia,
golpes de abejas
descalzas.

Se iban tras el tranvía
sin manos nuestros besos.

El corazón no era otro
que apretado monosílabo,
muda fatiga.

sábado, mayo 17, 2008

Noticia vieja sobre mi segundo poemario "Entre tus muslos"

México D.F. Domingo 12 de diciembre de 2004

Poemario de Guillermo Chávez

Perciben óptica nueva en Entre tus muslos
FABIOLA PALAPA QUIJAS

Guillermo Chávez Conejo presenta juegos de palabras y sonidos en su poemario Entre tus muslos, que se presentó el martes pasado en la Casa del Poeta.

Con una estructura variada, el joven poeta busca transmitir sus experiencias a partir del deseo, del erotismo y, a diferencia de muchos, está alejado de cualquier confusión sobre la esencia de lo poético.

Samuel Gordon, especialista en poesía mexicana, escribe en el libro: "Guillermo plantea una propuesta que vuelve a reunir con talento y creatividad algunas de las mejores coincidencias fundamentales de las vanguardias que parecían ya agotadas: el humor, algunas temáticas y procedimientos que conjuntan una nueva perspectiva, diferente respecto a lo que actualmente se publica en México".

Bajo el sello de Ediciones y Gráficos Eón, de la colección de poesía, Entre tus muslos marca el inicio de Chávez Conejo en el escenario literario. Entre los poemas que incluye el volumen destacan: "Gioconda conmigo", "Por estar contigo", "El adiós sin olvido", "Testimonio" y "Retrato de mujer crepuscular".

Múltiples voces en contrapunto, bases rítmicas al inicio de los versos mediante el uso de anáforas, así como disposiciones gráficas verticales y horizontales, dan cuenta del amplio abanico de recursos poéticos que utiliza Guillermo Chávez.

En opinión de Gordon, el libro, al tiempo que suprime casi todos los conectores lingüísticos que la poesía no necesita, reúne todo lo que se puede esperar.

De arena y universo es el título del primer libro de poemas de Chávez, que fue editado y publicado por la Universidad La Salle. Actualmente prepara la novela Deseo tristágrimo.

Entre tus muslos fue comentado por Samuel Gordon, Rodrigo Bazán y Ernesto Priego el martes pasado en el bar Las Hormigas de la Casa del Poeta.

Comentario original aquí: http://www.jornada.unam.mx/2004/12/12/06an2cul.php

jueves, mayo 15, 2008

Fue la corteza del corazón...

Fue la corteza del corazón
árbol con patria y sin exilio.

"Él también respira
-apuntó hacia el océano
y bendita fue deseada-,
señalaste el fin de la tierra,
donde más allá del mar
no había sino espera
y oscura gloria.

Cayó Babel
pero nunca su raíz;
sucedieron ajenas palabras,
huérfanos verbos,
y aun así
sobre el agua
todos atamos nuestros nombres."

Ven conmigo,
sentenció su mano ala,
su ala verbo,
su verbo boca,
su boca hoja,
su hoja cielo.

Tomó mi mano
como un diccionario
que siempre ha conocido,
porque donde hay dos
no puede haber exilio
ni arrebatarse la patria.

Dijo sintiéndome
en la fatiga
donde es todas las mujeres:

El corazón respira.

viernes, mayo 02, 2008

Coloquio "De inclusiones, exclusiones y otros olvidos"


Estimados/as, queridas/os lectores,

Les invito al coloquio-homenaje en el que participaré con el tema "Metáforas de lo femenino en las canciones de José Alfredo Jiménez", en colaboración con el Mtro. Emilio Gerzaín Manzo Lozano, el día miércoles 7 de mayo a las 11.30 am en la carpa cuatro. Será en la UACM (Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel del Valle).

Sí, además de rayar hojas para escribir versos, cuentos y esbozos de novela, de vez en cuando muestro una de mis pasiones más queridas: la lírica josealfrediana.

En la mesa redonda expondré la importancia de la lírica de José Alfredo, su importancia y los valores emocionales que nos ha dejado con el tiempo a la sociedad mexicana, así como un análisis de algunas de sus canciones (pa' que luego salgan del coloquio a ponerse una borrachera jarraspeadona) y defender que no sólo fue un compositor popular sino un poeta popular.

Espero contar con su asistencia.

miércoles, abril 16, 2008

L'espoir

Cuando te fuiste, la ciudad se quedó sola,
llena de mercados, de frutas,
de perros e histéricos coches,
habías paseado conmigo entre sus calles,
compraste dulces y les dejaste tu alegría,
porque mi tristeza es alegre,
su alegría consiste en esperar,
en andar por sus barrios
como andar por tu cuerpo.

Ahora que no estás,
no te fuiste por completo,
algo de tu sombra
quedó atada a la mía,
y aún encuentro tus cabellos
jugando a esconderse entre mi ropa.

Te espero más allá de esquinas y de libros,
te he esperado más allá océanos y ciudades,
te esperaré porque eres el fin del laberinto.

Cuando bajes del tren o a ti venga el tren,
cuando me beses y te lleves mi tristeza,
entenderé el intercambio amoroso
que hemos pactado en silencio:
tú te llevarás mi tristeza, porque es tuya,
no mía;
yo me llevaré tu dolor, porque es mío,
no tuyo;
pero nos quedaremos la alegría,
la que nos llama por teléfono en días de lluvia,
la que llora sentada sobre la cama su dicha,
la que unió nuestras manos
cuando todavía respiraba marzo,
aquella que te quiere aunque estés lejos,
ésta que comienza a amarte,
ésta que es en el espejo
todo lo que somos nosotros,
esa alegría es un minino,
esa alegría cae de los bosques,
esta alegría la vivieron tus padres,
la vivieron los míos,
la han sentido los trenes yendo y viniendo,
la tenemos tú y yo,
bajo su guardia
participas de mi día,
bajo su brazo
doy el deseo, el verbo y mi raigambre.

jueves, abril 10, 2008

Ohne Uhr für die Zeit (Sin reloj para el tiempo)

I've hungered for your touch a long,
lonely time.
-"Unchained melody", Righteous Brothers


Te busco en el viejo mapa de mi tesoro,
busco tu cara, tu cuerpo, tus labios, tu rostro.

Del otro lado del océano pongo una cruz,
pongo sin prisiones ni amarras para ti
las entrañas, el corazón de mi parte del mundo,
te entrego sus mangos, sus flores, su caos,
y con ello, tienes sin llaves mis ojos y mis verbos.

De mi errancia, las costas sin arena,
tus pies que dejan tu rubio paso,
tus cabellos, una aurora a mitad del abismo.

Vendrás o vendré, irás y me iré, amarás y amaré,
todas las conjunciones partidas por tus manos,
aquí tienes la mitad del mundo, mi idioma, mis costumbres.

Ha vencido a mi extravío tu existencia,
mi caída recibe en su agua tus besos,
mi país ya no es éste solamente, sino el de bosques negros
y ríos donde los cisnes se enamoran de tristes barcos,
tu patria ya tiene dos nombres,
cortaré algún fruto amarillo para recibirte.

martes, abril 08, 2008

Ronroneo

Para cuando te marches
No olvides apagarte,
No quisiera escuchar
Tu ausencia en José Alfredo
Ni el poco dolor tuyo
Que ahora es mío.

Nada amortigua
Toda la pesadumbre,
El tacto de violines
Que tengo aquí.

Me desvisto sin lágrimas,
Aunque quisiera
Arrancar esta carne.

Pienso en tus muslos
Donde despierta
Sin adjetivos
Mi sexo con tu sexo,
Y el rincón de tus senos,
Su furiosa espera:
Cuando tengas que partir,
no olvides amarme,
mi espera irá tras tu rastro,
detrás de tu primavera.

Y los días de lluvia
serán sólo una postal,
vieja fotografía sin reloj.

Vendrán los días de verano,
las caminatas junto al Rhein,
los besos entre las arboledas,
las fotografías cerca del Seine,
no importa dónde ni cómo,
vendrán nuestros días de verano.
Cuernavaca, México

lunes, abril 07, 2008

Claro de luna

Te escribo como último recurso ante un día claro,
Cuando de mariposa cruza tu presencia
Y su distancia ya está sobre mis manos.

Te escribo porque ya he dicho todo sobre tu espalda,
Cuando en un claro de luna, tu cuerpo,
Despunta de la noche su ciega travesía.

Desciendo ciego por tus caderas,
Hago mi discurso de alas y soles,

Amor que atardece en largas vocales:
Sin palabras, como felinos monstruos,
Olas que no saben si avanzar o retroceder.

Te escribo como último recurso ante un día claro,
Cuando arden mis raíces en tu país de labios y altamar.

domingo, abril 06, 2008

SMS bis Bonn

Descifro este vacío
Como un estertor
Que aún nadie alerta.

Pasa la luz en las ventanas,
El polvo que se acumula
En las cornisas,
El batir del día,
La cocina dormida,
La seriedad de los sillones.

Voy ebrio de ti,
De mí, con ti,
Sin ti,
Contigo.

Aprieto sin amarras
Rotos pájaros,
Andan sin zapatos
A un solo pie
Escrutando pedregosa soledad,
Allá en lo alto,
En oscuras ramas,
Los he visto sin brazos.

Al alba madruga
Esta sin voz de la casa,
Su tarde sin cortinas
Y de puertas abiertas,
Es tanto a mí
Como una voz en la arena.


Frente a mí,
Sin destrozarse
Juegan los niños,
Los vecinos cantan
Y sus voces
Una agonía ridícula
Como las blancas sillas
Desde donde abrazan su ayer:

Quisiera tener un gato
O volverme gato,
O querer como gato
Y brincar somnoliento
Como un rumor sobre los tejados,
Mirar el agua y jugar a no ser yo,
Acicalar innombrables memorias
Agazapado en una esquina,
No tener que hablar de mí
Y jugar con la arena de las cortinas
Descorazonado,
Ronronear tu ausencia
Y acaso arañar el vacío
Con las orejas.


De niño nunca me dijeron
Por qué no podía ser gato,
Por qué no podía amar felino,
Creí que podría esconderme
En los armarios
Acariciando estas llagas,
Que bastaría un parpadeo
Para ser invisible,
Un maullido para entenderme.


Ahora canto bossa nova
Aunque las cornisas desconfíen de mí,
Los fantasmas que persigo
Preparan sus arcos y lanzas,
Y yo,
Alisto las garras que no tengo
Para recibirte,
Desmoronando tus ronroneos.

sábado, abril 05, 2008

Equinoccio

No podrás llevarte todo,
Tengo el corazón limpio y bien sujeto,
Le he puesto cenicientas argollas,
Afables cadenas que antes no fueron mías,
No me arrepiento;
Podrás tirarle blandas piedras,
Será que mis manos han tenido demasiadas.


Coloca aquí tu lengua, corazón,
Escúchame como la vez primera,
Explícame de qué habla un reloj roto.

viernes, abril 04, 2008

Jardín de medianoche

A nuestro tibio movimiento de fugaces peces
Le sorprende espeso rumor de heridas gaviotas,
Pálido licor cuidado, cristalina marcha de apretados labios.


Y de tus ojos, la noche
Recorre sus tinieblas hasta mi vientre.

He dicho que podría amarte
Y ya rompe contra mí tu oleaje.

sábado, marzo 29, 2008

Marzo

Primera semana

Voy contando los cuervos,
pájaros agazapados
en las cornisas;
alzo las manos
al silencio sin escamas.

Cuando ya he dicho corazón
y se aceda la distancia.

Cuando he dicho cariño
y aún espero que al alba
decidas quedarte.

Cuando ya se forma la palabra amor
y no sabemos siquiera qué es.

Segunda semana

Esta mañana descubro tu cuerpo,
como un alba sin nombre
por donde han pasado mis huellas,
me aferro a las gaviotas
dormidas sobre tu espalda,
me agosto en tu arena
por donde enjugamos
turbia impaciencia.

Nombro tus muslos húmedos,
manos de abrazados lirios,
descalza fatiga
que apretada nos habita.

Paso por tu tormenta
mordido,
contigo,
a la deriva.

Tercera semana

Retratado en mis llagas,
mis cenizas tiemblan
sin máscaras contigo.

Te irás con la lluvia de marzo,
con tu vestido azul
y de golondrinas despedida.

He andado por un paseo de palmeras,
castaña ternura
-donde ocultamente-
lloro mi alegría de labios,
añil llamada reverdecida
donde me arrojo a tu valle de espejos.

Hallo la entrada a tu laberinto,
a su agua trenzada,
avanzo dentro de ti.

lunes, febrero 25, 2008

Dueto

Como ciegos árboles
nos recorremos aun en las cenizas,
respiramos los sonidos de la carne,
besamos su aire a fatiga,
y andamos lentos en sus frutos,
mordemos sin dientes su plácida desmesura.

Pero miraste mi carne
y no te atrevías porque la sabías navaja.

Por eso bordaste cuerpo a cuerpo,
-como iluminada espuma-
el blando metal que persigo prisionero
hasta hallar a quemarropa tus senos,
mudos cómplices sin pies ni manos
bendecidos en su geografía,
y ya busco como una memoria
gimiendo al relámpago en su derrumbe.

Y miro tu carne en suspenso,
aventurero entre arcilla y barro.

Estamos expuestos a la mirada
que no tiene ya palabras,
al tacto imán que ha escrito
nuestras voces sobre la agonía,
a los cuerpos desprendidos
que han encontrado el pan
tras agotar el laberinto.

Miramos nuestra carne ciega,
todavía dudando, esperando
su suicidio bajo la ropa,
aun su gemido desarmado
recurre al alba
para llamarnos con su lenguaje
de redes y trampas de carne
en conjunto solitario.

viernes, febrero 22, 2008

Está todo entendido, belle

Escucho los discos viejos que no fueron nuestros,
hallo tu exilio involuntario, la maleta sin tu ropa,
guardo entre los libros las postales que nunca enviaste,
ahí sigue despatriada tu imagen sin boleto de vuelta.

A mi lado una guitarra ha estado ciega desde que te fuiste,
me quedé sin pies para llamarte; a veces soy el espacio que dejaste,
llagado aire que escurre entre los platos que odio acomodar,
así mi encono se abraza al peso de tu cuerpo todavía; a tu perfume,
a las madrugadas donde pasamos sin mirar atrás,
las noches incompletas, los paseos de tu mano, cuando buscabas
un cigarro y hallabas mis dedos tensos de buscar tus senos.

¿Recuerdas las caminatas nocturnas por Garibaldi?,
así sonaba mi arrebato, como esa plaza,
roto por fuera y encendido por dentro,
sonoro y oscuro; ahí empezaron tus palabras a perderse,
detrás de cada estatua, en la sonrisa de los borrachos,
algunas revueltas entre nuestras manos como palomas,
otras más bajo los parques de tu cuerpo, las arrancadas de mi sexo
porque no fueron mías, las del exilio, las que traicionaron
al desconocido que nunca tuvo culpa de mi asedio.

Ahora sé que debí acompañarte a Coyoacán, porque tu tiempo
estuvo desgranándose siempre; debimos buscar juntos
aquellas cartas que a mí no me enviarás con sol y nieve,
por eso ahora te echo de menos,
es lo único que me queda en reserva de hoy en adelante,
ya no hay excusas para esperarnos, falsos rencores que se fueron
como un otoño que pasó.

Estoy de tu lado, miro tu playera blanca, tu silencio,
tu descalza ausencia, las madrugadas sin alba,
los brazos donde no dormí, el perfume que robé,
las fotografías donde me llamarás con otro nombre,
los versos que él jamás leerá, tu caja de Pandora,
las palabras que nunca te dirá, porque nosotros,
los que ya deseamos, hemos comprendido
lo que hablaron las manos, lo que han acariciado los ojos,
lo que se han dicho los cuerpos sin palabras.

Estoy esperando sin perseguir, cerca de tu calle, entre la gente,
-te has ido-
escucho el disco de música al que llamo el nuestro.

sábado, febrero 16, 2008

Correo

Ya sabía,
llegarías con el tiempo.

Veo tus fotografías,
cuento los días destronados.

Nunca quise ser tu amigo,
tampoco tú lo quisiste.

Hoy, sin razón,
comienzo a echarte de menos,
acusando con el corazón,
persiguiendo sin manos tus senos.

Echo de menos tu olor en la cocina,
el agua bajando por tus dedos,
el amor que nunca fue mío.

Te hablo desde mi ahora,
No sé qué decirte.

Palabras tengo muchas,
no sé cuáles son para ti.

jueves, febrero 14, 2008

Soles de invierno - II


Durante algunas noches pensó en llamarla. Las calles que habían descubierto juntos ahora parecían desconocerlo. Encendió otro cigarillo, se dirigió a la terraza de un café cerca de Notre Dame y pidió un café. La mesera, una chica de veinte años que la noche anterior lo había visto pasar le atendió con familiaridad. Su cabello rubio recogido le hizo pensar en algunas otras mujeres con las que había intimado, nada personal. Ordenó un café aunque nunca le gustó realmente el sabor ni el efecto, simplemente porque nunca le quitó el sueño y lo hacía ir a mear continuamente. Las calles estaban mojadas, había llovido toda la noche anterior lentamente, como si tuviera pereza ese cielo apretado. Miró pasar de largo a una mujer de cabello castaño que pasaría desapercibida a no ser por un detalle: cuando el débil sol pasó sus dedos sobre ella, su cabello pareció tener un efecto tornasol, tintes negros y rojos entre paso y paso.


La mesera volvió con el café que había ordenado, él lo tomó sin prestarle mucha atención. Su mirada se quedó prendida de aquella mujer que pasó. Fue entonces cuando volvió a tener veinte años, vistiendo un abrigo corto de invierno, zapatos negros algo deslavados y un corte de cabello corto. Era el fin del otoño, casi amanecía. Los días anteriores no había hecho frío y la noche en cada momento era más clara. De chamarra negra y botas altas pasó entonces junto a él. Se detuvo.


- Disculpa, ¿tendrás mechero?- preguntó ella a quemarropa.

- Sí, claro.- asintió él mientras metía una mano al bolsillo del abrigo.

- Me pareces conocido, ¿no eres tú el chico de intercambio que toma un curso de periodismo conmigo?


En esos instantes el día clareaba, el Arco de cuchilleros abrió sus ojos para ellos. Él sonrió tímidamente ante la pregunta de ella.


- Joder, ¿acaso el frío te jodió la lengua, tío?- insistió ella acorralándolo.

- Es que no he dormido- contestó torpemente.

- Y bien, ¿cuál es tu nombre?

- Emiliano Díaz... ¿Y el tuyo?


Ella dio una calada honda al cigarrillo sin quitarle la mirada de encima, hizo una pausa mientras tragaba el humo y se acercaba a él.


- Seila Berger- respondió sacando apenas un hilo de humo que parecía más un suspiro.


Punteaba el alba. Ella dio media vuelta alzando la mano en señal de despedida sin saber que esa misma mano tiempo después llamaría a la puerta de Emiliano, esa misma mano tomaría la de él por primera vez, esa misma mano sería con la que acariciara su sexo, y esa misma mano sería la que pondría el punto final definitivo. Bajó las escaleras de la Plaza Mayor y se detuvo ante el inicio de la calle de Arcos de cuchilleros, la vio encaminarse hacia la calle de Cava Baja mientras el sol le daba por la espalda. La miró fijamente mientras se alejaba, sin atreverse a decir una sola palabra, cuando notó el tornasol de sus cabellos: de un castaño oscuro como la noche en invierno hasta un rojo apagado que por poco llegaba al guinda.


Él se quedó estático, con las manos frías. La vio partir imperturbable y en silencio. La ciudad despertaba, de pronto la calle se llenó de niños que van al colegio, de madres que van pensando en un futuro probable o fatuo, hombres que durmieron con otra mujer, viejos que sacan a pasear recuerdos y afables artistas callejeros, y entre todos ellos un chico de inerme corazón apretado.


martes, febrero 12, 2008

Soles de invierno - I




Había ido tras el rastro de hojas a lo largo de la calle, esquivando los pasos de la mujer que iba frente a él. Metió las manos al abrigo buscando un cigarrillo que nunca encontró. Del otro lado del río una pareja se besaba mientras temblaban de frío o de emoción. Respiró hondo, se resignó a entrar al primer café de la esquina y comprar una cajetilla.

Su ánimo no se encendió con el primer cigarrillo ni tampoco con el último. Miró hacia el Pont Neuf, ya era mediodía. Esperó sin esperar realmente, sabía que nadie vendría, mucho menos ella. Aquel sol de invierno entonces se alzó sobre los edificios iluminados más allá de la Tour Eiffel y su blanco espeso se pareció a las alas de aquellos pájaros que miró deslizarse sobre el agua del aire, cuando su madre lo llevó a ver por primera vez el mar.

Pensó rápidamente en todo el tiempo que había pasado en París, el bar donde tal vez perdió el pasaporte, la vecina franco-germana de dos pisos abajo que lo invitaba a su piso cada que lo veía a tomar el té, los amores inventados en Pigalle. Se meció los cabellos intentando hallar una respuesta. Sin desearlo realmente, más por azar que por necesidad, recordó algunos viejos amores que cayeron en su vida por coincidencia o por esmero. Giró su rostro hacia Notre Dame, algunos niños jugaban corriendo tras de sí, sin esquivar pasos, sin huir más que de sus risas y sus juegos. Me estoy haciendo viejo, pensó. No, no era eso. En aquel momento que creía que serían las canas o el recuerdo del mar que sintió por primera vez, no pensó jamás en esa mujer que esperaba sin esperar. Aquella que -irremisiblemente- había vuelto a amar y a desamar, aquella que volvía a él con los soles de invierno.

domingo, enero 20, 2008

Las Ardenas

Alzó los ojos, ya era de noche. Caminó lentamente entre las ramas y hojas caídas tratando de hacer el menor ruido posible. No se había duchado en días, la barba le había resultado molesta al principio y las uñas las tenía que cortar con los dientes aunque éstas estuvieran llenas de lodo y muerte. Caminó bajo los pinos por los cuales se filtraba la blanca luz de invierno, hasta que salió del bosque y pudo mirar el cielo. Tomó algunas notas, respiró el frío aire y regresó por donde había venido. A mitad del camino se escuchó como si el mundo se partiera. Corrió agachado sosteniendo el casco con la mano izquierda y con la otra mano apretó su Luger más por miedo que por bravía.

Las noches anteriores todo había estado más tranquilo. Había podido ir a jugar cartas con Dominik de lunes a sábado en el cuartel que había servido también como enfermería, sala de urgencias, taberna, prostíbulo, almacén de licores y de dormitorio improvisado para los altos mandos que no les agradaba pasar mala noche. Gastaba su dinero en cigarrillos, café, en tomar algo de licor y, cuando tenía suerte, en amores instantáneos. Esos días, que en aquel instante de terror parecían una terrible lejanía, fueron un consuelo: Había podido mirar las estrellas como cuando era niño a las afueras de Erfurt o como cuando las miraba con rigidez científica en la Universität de Heidelberg. Con la lluvia del último domingo recordó a Helli, su futura esposa. Recibía de ella cartas en el frente. La pensó yendo en bicicleta a casa después de una tarde desenhebrada entre sus cuerpos y promesas: La casa hecha de madera que compraría él cerca de Bonn, donde pudiera colaborar con el Centro de Investigaciones Astronómicas de la Universidad de Köln mientras Helli podría continuar sus estudios.

Aquel día en que aprendieron a dibujar las caricias, en el mismo momento en que Helli le prometía ser su mujer para toda la vida, un cartero pasaba por casa de Nico dejando la carta donde se le pedía que se presentara inmediatamente a prestar servicios a la patria. La carta especificaba que debía ir a la primera línea del frente en Bastogne como Apoyo Logístico en el área de Comunicaciones y Análisis de la Información. Lo único que deseaba Nico hacer en la vida era mirar el firmamento, su gusto por la astronomía no lo había perdido ni siquiera cuando sentía que le caían encima todas esas estrellas en largas noches de insomnio por los bombardeos. En cuanto lo llevaron a la línea de fuego se le encargó que por el día hiciera trabajo de reconocimiento y pronósticos climáticos. Al volver del reconocimiento, se sentaba solo en algún punto de las trincheras y escribía durante horas en una libreta. - Nico, ¿se puede saber qué tienes en esa libreta?- le preguntaba el Capitán Vollbrecht, un hombre alto y delgado, de cabello castaño y ojos azules. - Apuntes de astronomía, Señor-, respondía al capitán con la mirada limpia.

***

Ahora estaba solo. Se había alejado lo suficiente del frente como para perderlo de vista entre la nieve cuando un viento helado abrazó sus huesos y le echó contra la nieve. Pronto sintió un dolor corrosivo en el antebrazo y un color vivo cubrió copiosamente la blanca espesura. Un ensordecedor tiro de metralla se escuchaba a pocos metros de él. Cargó su MP40, cortó el cartucho. El corazón se le destrozaba de un lado a otro, nervioso. Un sudor pesado invadió su cuerpo, pero no moría. Se arrastró hasta una serie de arbustos que lo cubrían del escampado. Llegó con dificultades hasta la primera línea de Volksgrenadiers. Los escuchó gritar y miró a uno de ellos con el rostro pálido, aterrado e inmóvil mientras miraba la carne molida que había quedado de su torso. Nico saltó hacia la trinchera y encontró a otro soldado con el rostro hundido, de su carne rota emanaba aún algo caliente parecido al dolor.

El Capitán Vollbrecht, obedeciendo al Mariscal von Rundstedt, ordenó la retirada. Nico corrió sin saber a dónde ir apretando su brazo herido. Miró a su alrededor y vio cadáveres gritando, disparando, huyendo. Se escondió junto con otros tres soldados detrás de un Panzerkampfwagen Tiger que se había quedado sin combustible. La ofensiva de los aliados era tenaz. Nico y los tres soldados volvieron a correr hacia las últimas casas del pueblo. Ahí encontraron a cinco sobrevivientes del 7º y 15º ejército. Sin decirse nada, con la mirada clara y sin aliento, tomaron posiciones.

***

Faltaba poco para que una división norteamericana comenzara el asalto a las casas. Una a una iban cayendo, ardiendo, desmoronándose junto con quienes las defendían. Los soldados con los que compartía Nico aquellos minutos no tenían nombre, pero sí rostro. Rostros amargos, cobardes, fuera de sí. Escuchaban las explosiones, los gritos deshumanizados de un bando y otro. Nico imaginaba con cada grito cómo había terminado aquella vida, ¿de un disparo?, ¿por una explosión?, ¿cuerpo a cuerpo? En el fondo nunca quiso ir a la guerra, se arrepentía de estar ahí. Escucharon pasos fuera de la casa. En el primer piso, defendiendo la única entrada de puerta de madera, se habían colocado dos soldados que no llegaban ni a los veinte años. En el pasillo que terminaba en las escaleras que daban al piso de arriba se habían colocado otros dos soldados. Arriba quedaban los 3 con los que Nico había conseguido huir, otro soldado más a cargo de una MG-42 colocada en la parte superior de las escaleras, lista para disparar a cualquier enemigo que intentara subir y Nico, cerca del balcón.

- Nehmen Sie Ihre Positionen!-, gritó uno de los soldados que resguardaba la puerta.
- Angriff!-, gritó el segundo.

Se hizo un largo silencio de uno y otro lado de la puerta. Ésta se abrió. Nico escuchó el sonido de las MP40 y de las BAR norteamericanas. A los pocos segundos cesaron los disparos. Se volvió a escuchar silencio dentro de la casa. Nico sacó su libreta del uniforme. Se asomó al balcón y comenzó a escribir rápidamente. Escucharon pequeños pasos, como si alguien se escondiera. Algo pequeño, casi insignificante cayó al suelo y explotó. Los dos soldados que resguardaban el pasillo no tuvieron ni siquiera tiempo para gritar. Nico guardó su libreta. El soldado a cargo de la MG-42 cortó cartucho. Un soldado norteamericano, apenas asomó el rostro, fue hecho trizas. Las voces del fondo de las escaleras casi no se escuchaban. El ensordecedor sonido de la MG-42 se volvió a escuchar, y algunos tiros de las MP-40.

Cayó la noche.

***

Habían cesado los combates algunas horas. Los 5 sobrevivientes no se atrevían a abandonar el piso de arriba. Nico se ofreció de voluntario para bajar y ver qué pasaba. Cargó su arma y los demás lo miraban entre los claroscuros de la medianoche. Bajó las escaleras sin hacer el menor ruido. El pasillo parecía más largo de lo normal sin luz. Sintió que lo asfixiaban, que en cualquier momento escucharía una detonación o el brillo instantáneo, como una fotografía, de un disparo, pero nada sucedió. Se sentó al final del pasillo, recargando la cabeza contra la pared. Una mano suya sintió en el suelo algo extraño, lo tocó con ambas manos y probó un poco con la boca para saber qué era. Inmediatamente sintió repugnancia, le supo a metal. Eran las vísceras o pedazos de alguno de los muertos, no quiso imaginar si eran de alguno de sus compatriotas o de algún enemigo. Corrió fuera de la casa en plena noche, saliendo del pueblo. Dejó atrás sin avisar a los otros cuatro compañeros de armas. No supo qué fue de ellos.

***

A la mañana siguiente se encontró dormido entre una serie de árboles altos, había nevado nuevamente. Vio el largo amanecer que sucede bajo climas extremadamente fríos: colores rosas y naranjas mezclados con un blanco opaco. Volvió a escribir en su libreta. Con manuscrita temblorosa inició:

Meine liebe Helli,

Das ist jetzt so kalt, aber ich erinnere mich an unsere Körper nackt in der Mitte des Sommers zwischen dem Wald...

Al terminar de escribir sonrió para sí. El brazo le dolía poco, había dejado de sangrar la herida y sólo quedaba una enorme hinchazón rojiza. Echó de menos a Helli. La recordó frente al espejo, desnuda, absorbiendo toda la media luz de su habitación; recordó los largos paseos de mano de su madre cuando lo llevaba al bosque negro en Freiburg y a su padre arreglando su bicicleta. Se recostó sobre el suelo frío. La imagen de Helli, desnuda ante el espejo se quedó en sus ojos hasta que su piel se endureció junto a sus recuerdos.

***

sábado, enero 19, 2008

Helpless

Intento poner los acentos en las palabras correctas
para que halles una manera de alertar este vacío.

Siempre estuvimos sujetos a este nudo que nos hicimos,
la cantina donde olvidaste que jugabas a ser Penélope,
la cocina que miraba con sus cucharas y sus platos
tus manos blancas y sus jadeos.

Nuestro tiempo nunca fue nuestro,
aunque a veces amanecí atorado en tus jamases.

Paso de bruces y aún me asombro de no amarte,
aún me asombro cuando peinas tu mediodía,
y ahí, del otro lado y nocturno, enciendes mi agonía.

Lo sabes, he perseguido esa aurora que se hartó de esperar,
esa calle que de noche se parece más a mí,
llena de pasos y árboles desnudos,
hojas que brillan de pisarlas
y hojas que en su incendio han bebido
hasta pronunciarte.

En el claro de agua que acontece tu voz
despierto llagado para recibirte todavía,
y muy al sur del agrio fondo de nuestro nudo
aún sobreviven a nosotros los relámpagos de octubre.

viernes, enero 18, 2008

Bolero sin música

Un poco más,
y a lo mejor nos comprendemos luego.
-Álvaro Carrillo

No seré el que te despierte con los labios tras tu espalda,
el que coloque una nota antes de ir al trabajo,
el que acomode las rosas que nunca están,
el que te ayude a comprender este idioma.

No seré quien compre vino para tu mesa,
el que limpie de cabellos tu rostro,
el que te tome de la mano en Plaza Garibaldi,
el que te lleve a casa cuando la noche se alarga.

No seré quien baile contigo sin música,
el que descubra tu cuerpo distraído bajo la ropa,
el que te haga sentir que eres culpable,
el que tal vez te tuvo y nunca lo supo.
Soy el que te quiso de alguna manera,
el que te echará de menos cuando encienda un cigarro,
el que intenta hablar algo que entiendas,
el que abraza dislocado tus destiempos.
Seré quien no debes pronunciar,
el que para los demás nunca existió,
el que pudo haber dejado las llaves del hotel,
el que no volverás a ver.
Un poco más fue lo que faltó.

sábado, enero 12, 2008

Enero sin ti

Si te miro despertar, prendado a tu silencio,
una mano sobre tu rostro,
sin cabellos ni restos de sueño,
me quedaré con la imagen en las manos
hasta que el resto de la mañana intente borrarlo.

Esa mañana en que despiertes
-puesto en mi palma como fotografía-
ese instante, impreso y leído,
tu ser,
habrá de quedarse
aunque la mañana intente borrarlo.

El resto de la mañana
puede desdibujarnos,
el resto del día
que sea infinito,
el resto de nosotros

contigo.