Entran desnudos
al oscuro tunel
pronunciado.
Al principio se acedan
en su concha,
señores solitarios.
Bajo su sonora mirada,
amanecen sus sílabas
cuidadas.
Lloran confundidos
en su claustro,
prisión ciega.
Y un día,
como quien descubre
que el otro del reflejo
es sí mismo,
permanecen desnudos
con iluminados faros:
como agua
brotan las palabras,
copulan indefinidamente,
se fosilizan.
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