Nos miramos.
Silencio.
Sin palabras
lo has dicho completo:
toda una vida.
Cruzamos puentes, la nieve nos alcanza,
abandonamos ciudades,
entramos a esa enorme mezquita
abrazada por el Atlántico:
el tiempo nos atrapa.
Apenas iniciamos este recorrido
y es la fatiga o el desamor,
tal vez será que los pájaros se calcinan
bajo tornasoles de río
o simplemente que la estatua colorida
inicia su desfile solitario
hacia la gran boca que lo llamó
¡náufrago!, ¡desesperado!,
¡aquí estoy!
Cáscaras de insomnio,
los absurdos de quienes no serán.
Te tomo en tu prisión rectangular,
pareces moverte estrangulada.
Ya lo hemos dicho todo,
es tiempo de guardarte
detrás de cada agrio reino
sumergido.
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