miércoles, diciembre 26, 2007

Jazz & blues

-Creo que podría liberar este dolor
Iván Ferreiro

(z)

Tu oscura voluntad
en algún punto de mí tiembla,
llagado por una impronunciable tristeza.

Amargo descubro tu rostro,
un aire de lo que fue y no ha sido
aceda algo distinto al dolor.

No llegaste hace poco
ni tampoco en el último avión,
te conozco con distintos nombres,
conozco tus manos claras,
atentas como el día,
las sé andaluzas o flamencas,
conozco tu fresco rubor
cuando decides amar.

(x)

Abres los ojos sin posible traducción,
por mi parte,
no tengo perdón ni arrepentimiento.

Aquello que llamas prohibición
lo nombra mi cuerpo sed,
y tu náutica nostalgia
ciñe sus llagas en mi lento escozor
falto de cariño
y aún en incendio.

(c)

En trémula borrasca
te cierras a mí,
has llorado placentera
indefinidamente hasta extinguirnos,
y tu nombre extranjero
será una casa de verano
que nunca habitaremos.

(q)

Has dicho no
pero no lo entiendo,
bajo tu sable pongo las manos
y me preguntas mirando al suelo
si tengo razón de arrinconarte
con los dedos bajo tu estampa.

Tengo esta urgencia
alada y catastrófica
donde busco agostarme
dentro de tu rencor,
y con esto
ya nos hemos condenado
a que no haya días venideros.

(f)

Llegaste de madrugada
y te fuiste
en el bajorrelieve de mi infancia,
aún te escucho rozando mis lágrimas
y tu largo adiós que ya había llorado,
porque aún era yo,
porque aún había éste,
porque te conocí al morder mi soledad,
porque me harté cada noche
de arrojarte por la mirada,
porque no te seguí a Canadá
pero sí te hallé en el Seine,
y porque hay tantas tardes como noches contigo
que se han agotado incansables
en agrios paseos
por Plaza Garibaldi.

(u)

Te odio.
Por años me repugnó saberte
hasta que allá, en Varadero,
varé toda la noche desconcertado.

Eras una larga isla,
arena que negoció mi melancolía.
Pasamos la noche por tus muelles,
pero los ahogados nunca salimos del mar,
porque a él nos has llevado.

(i)

Ah, la que desató la poesía desde su exilio en Montréal,
ah, la que tapió con cristales el dolor,
ah, la que desatendió su pasado en Coimbra,
ah, la que perdió un arete y ardió como faro de Flandes,
ah, las que me vieron partir del Este de Europa,
ah, la que arrójo sobre el Seine sus imprecisiones,
ah, la que ataba y desataba los crepúsculos de su cabello.

Auxilio:

aquí hay un herido.

miércoles, diciembre 19, 2007

Reformulando a Owen

Uno: Luz

He velado armas toda la noche anterior
y tú no estás aquí.

Sujeto siempre a la tormenta,
a ese naufragio refugio agrio,
mis palabras son más oscuras
que las noches donde no has estado.

A cada verbo lo tomo por el sexo,
y a ciegas
somos la ribera,
la raya al fondo del día,
lo desprendido de las estaciones.

Dos: Agonía

El amor se dobla de cansancio,
pero ni las redes de los pescadores
ni la soledad salina de los marineros
lo comprendería.

Ah, recordar nunca fue pecado,
porque éste nunca ha existido.

Su silencio herido
pasó por cada canción.

Tres: Recuento

Ah, la que astilló de primaveras
el rumor del día
la inocencia;
ah, la que llagó su deseo
y dejó al agüacero
descalzo y sin sombrilla;
Ah, la que dio la espalda
y nunca escampó;
ah, la que amarró del mástil
a la hija perdida,
la que no correrá las cortinas
ni presentirá la hora de volver a casa,
la que no dormía, la que aullaba,
la que fue furiosa alevosía.

Cuatro: Travesía

El mar es un latido.

Es falso aprender a nadar,
debiera enseñarse
a tragar agua con los pulmones
y sonreír.

lunes, diciembre 10, 2007

Lately

Últimamente
he estado olvidando
tu rostro, la comida,
y después nuestra fiesta,
nuestra batalla,
al fondo de la cama.

Últimamente
no recuerdo tu amor,
tampoco tus temores,
sigo dejando
la ropa en el suelo,
conocí más mujeres
(mejores y peores),
seguramente
te habrán amado
de manera distinta,
en otro idioma.

Esta mañana
he temblado oscuro,
aún me derrumbo
sin gloria ni temor
cuando pienso tu sexo,
tal vez con otros,
-al fin estremecida-
pensaste en mí
y te vieron vacía,
tal vez estabas
conmigo, sosteniendo
mi cabeza, mirando
que ese otro no era yo.

Últimamente
intento no saber
cómo tu espacio
llegó a ocuparse;
supe de una mujer,
-sirena aparecida-
ebrio espectáculo
en el que nunca
encayé marinero;
otra más solitaria
estableció sus redes,
el día entero
ardía su cabello,
a veces era
incomprensible
su distancia, silencio,
su piel, un astillero
donde asirse un momento,
siempre fue hora de partir
con ella a lado.

Sí, hubo otra mujer,
menos clara y más triste,
me forjó, quemó,
donde al final del viaje
mi cuerpo preguntó por ti.

Ella me conoció hueco.

Tú también me conociste
despellejado en tu mirada.