sábado, marzo 13, 2010

Bolero destruido

Diciembre

Entre lo herido
del aire en el suicidio,
la seca fúnebre navaja,
impoluta firma desdentada.

Bailes alejándose ebrios,
difusa espera destruida,
libro del adiós desmoronado,
en su última página
lo extinto, lo viudo.

En lunes serán,
en su cuchillo,
tres solitarios meses,
sonámbulos tigres,
voraces timbaleros.

Zureo crepuscular
cayendo como nieve,
futilidad.

El odio, el amor,
como la poesía
se acuestan con todos,
habitan mascullados,
dominan siniestros,
ajados labios.

Alguna sembrada nota
amanece despedida.


Enero

Era medio día pero en Berlín
el invierno acosaba todo,
los equipajes, los extranjeros.

Corría una parte de la tarde
sus tranvías anémicos, contristados,
su angustiado sonido
con las iglesias repicaba,
bajaba el viento,
bebía del frío.

Custodiado por altos muros
los ventanales miraban en silencio,
nadie en la calle,
sólo la nieve a la espera,
el escritorio, un bolígrafo,
presencias disolutas.

Anochecía demasiado,
apretaba la niebla al día
estrangulada por edificios,
avenidas, puentes, mendigos,
lo cubría todo su espesura.

Al final del pasillo
resplandecían en su guardia añeja
los trastos y su cansancio mudo,
retrato de que la muerte aguarda.

Febrero

Una vez apetecida,
la muerte es en los hombres
su furiosa,
inacabada compañera.

Marzo

Marchar al frente
y decidir no morir
es una decisión irrevocable,
un estatuto de guerrilla formada,
un disparo a la sien de los cementerios.

Nada, nunca nada ni nadie
habrá de elogiarse
ante la ruina y sordidez
del otro olvidado,
ante su retrato roto,
detrás de su asesinato.

Despedirse es otra forma de enviudar,
sin embargo, en contadas ocasiones,
podemos sonreír ante lo destruido,
ser felices en la derrota,
porque ya fue, ya pasó,
esa crueldad jamás volverá.

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