Primer movimiento
como furiosa estampida
de palomas,
y este tambor trémulo
que sacude matutino
sus pies
sobre el agua hacia tus costas.
Han crujido
y les he visto crepitar
ahogados en su silencio
habitado,
les he nombrado
mientras acedan infinitos
mi lugar por la tierra,
no sabré si sobre su planta
y el aleteo propio
de su cansancio extraviado,
han derramado
ebrios y sin aliento
mi nombre atado
a sus azules huellas,
portuaria esperanza,
tus ojos.
Ya fueron en su vuelo,
en sus apretadas redes
que no son de mi dominio
todavía,
que dicen adiós antes del alba
y llegan tarde y marchan pronto
sin más palabras
ni explicaciones marítimas,
ya fueron ésas
las que saben de mis desiertos
la brújula, las tempestades,
las que atraigo a mi guarida
y bajo las cuales se demora
su cariño intermitente,
tus manos.
Habrás ido al mar,
a él perteneces.
Los que amamos
odiamos al tiempo,
porque quita
y otorga las amarras.
En este momento
no hay más que contemplar,
he roto todos los relojes
para que no me puedan alcanzar,
¿cuándo quebrarás los tuyos?
¿cuándo querrás hacerlo?
Iré al Mediterráneo
a llamarte con bengalas,
olas y cometas
y gritos pelícanos
y hombres comunes
y bicicletas.
Andando sobre la arena,
el musulmán que vende cervezas,
la policía que finge no ver nada,
los restaurantes y sus terrazas,
la mujer tras la cual perdí el horizonte,
el niño que grita por su padre,
las guitarras que sobreviven
a su espanto del mar,
¿dónde están tus pies?,
¿adónde irás con cada ola?
Ayer desperté,
he querido demasiado.
Segundo movimiento
¿Quién fue aquél
entre puerto y aventura
que entreabrió al vuelo
tus labios?
Vacilamos,
atrás dejé el Seine
y el Rhein,
allá los libros viejos
y sus vendedores ensimismados,
aquí los barcos
y su rastro de mecidas hojas.
Evito cruzar las Ramblas los domingos,
se pierde y se gana algo más que el tiempo,
las florerías y su falsa simplicidad,
la boquería aceda la garganta
con sus colores y aromas,
es todo lo que hay:
parejas que se dicen al oído
lo mismo de siempre y de otras maneras,
actores inmóviles esperando una moneda,
los turistas y su sopor despreciable.
Tercer movimiento
Pasaré el verano solo.
El pasillo mediterráneo llegará a Estambul,
tal vez a Jerusalem.
Abro la puerta al día y a la noche,
era ya tarde para hacer lo contrario.
Escribiré algunas cartas en Plaza Garibaldi;
en las costas de Barcelona me detendré
para mirarte ir y venir.
Los aeropuertos son lugares solitarios
habitados por desconocidos sin uniforme.
Pasaré el verano conmigo.