y se agostan, sin decirlo,
también a los míos,
donde tus islas amanecen
bajo mi armadura
y tus orillas dan espacio
al festín y al delirio,
donde inician tus muslos
y mar adentro desmesura,
donde terminan mis dedos
bajo tu piel desnudos,
y donde anclamos la fatiga
sin guaridas ni amarras,
donde comienzan mis labios
y recorren, sin pedirlo,
ese gemido al aire vacío.