lunes, agosto 09, 2010

Relato

Nos han hablado en distintos escenarios,
algunos sin lluvia
-pero hemos deseado lo llovido-
cuánto nos aman,
que nos echarán de menos.

Yo
siempre hablé con un baile,
incrédulo cedí a esas imágenes
que no envejecen
aunque nosotros sí,
por la música
atendí al deseo
toda vez que atentara
sin minúsculas y sin miramientos
cualquier momento desarmado.

He visto
de los últimos besos
sin labios ni héroes,
alejarse por París
divorciados.

Atendí sobreviviente
los espejismos del Rhein,
su verano y sus terrazas,
la blanca mano guía
que apagó los buques
en la distancia.

Sí,
fue en Barcelona,
ahora lo sé
-o creo saberlo-
que me volví más viejo,
acepté el asedio,
la catástrofe y la guerra,
afable y a tiempo
llegó la muerte compañera,
ebrios amanecimos.

Pero antes
también fue Barcelona
donde oro y azul
a mi lado habitaron,
del oro quedó la sombra,
del azul la boca,
la costa enigma
que ardió en los combates.

Y si los aeropuertos
fueran hospitales,
me confieso enfermo permanente.

Y si los aviones fueran
el luto de una separación,
yo sería por siempre su viudo.

Y si las salas de espera
fueran aves hurañas
y tardías,
sometería sus ciegas alas
por un vuelo,
una noche en el Norte,
la miríada forma
en que siento solitario
que soy un transeunte
por tus aceras,
por tus parques,
por tus plazas.

jueves, agosto 05, 2010

Summer was absence

Saluda el viento
las palmeras al sol deseadas,
ya tus pies alejaron los mares,
no más el peso diurno
que tus pies adornaron
en Sitges.

El verano fue ausencia
aunque estuvieras presente,
cada escalón, cada paseo marítimo
fueron el diario de una despedida.

Ahí estabas,
aparición o espejismo oceánico,
tus ojos armando los horizontes,
tus manos cantando su adivinanza.

Te vi marchar un día claro,
habité desmoronado en tus ojos
mientras hacía señales de esperanza,
realmente me ahogaba.

Nos dimos paz y la paz se marchó contigo.
Tu silencio es un Mar en el Norte
que reconozco pero no conozco.

Desde que te fuiste
el mal agüero de las gaviotas,
esa sucia conspiración de los palomares
y el vértigo de hacer lo que quiera
aunque ya no quiera nada.

Habré de escribir
en la piel del mar
el amor que no llegué a tenerte,
y al oído del sol
pronunciaré en tu lengua
que debemos partir.